Manifiesto de ANABAD por la paz en Ucrania

En pleno siglo XXI, algo que podríamos considerar sinónimo de progreso, nos encontramos con la noticia de que el mundo civilizado está dando comienzo a una nueva guerra. Nada nuevo bajo el sol, pues nadie debe olvidar que en estos mismos días son muchas otras las guerras en curso, muchos los conflictos armados que se están desarrollando a lo largo y ancho de todo el mundo, en todas las latitudes.

Ninguna guerra es buena, y ésta no ha de ser peor que cualquiera de las restantes, ni por supuesto mejor. Lo cierto es que por alguna razón ésta nos ha alarmado especialmente; ¿Será porque está a las mismas puestas de nuestra casa? Cuando el conflicto es en África, en América, en Asia o en Oceanía, lo vemos desde otra perspectiva, pero cuando es en la misma Europa, nuestra sociedad se siente especialmente concernida. Así es; la Federación Rusa, un macro estado a caballo entre dos continentes, con mucho de artificio geopolítico, ha vuelto a atacar, invadir y agredir a un estado soberano y europeo; Ucrania. Sin duda que es un estado con amplia tradición imperialista; no está dispuesto a abandonar esa tradición, y desea continuar manejando a otros estados soberanos.

La vieja Europa, que ya hace tiempo renunció a producir ni tan siquiera aquello que le resulta de primera necesidad, ha delegado la actividad productiva, especialmente en los sectores primario  y secundario, pero también en el terciario, delega la producción de bienes en otras regiones geográficas de nuestro planeta, y así nos enfrentamos en poco espacio de tiempo,  tras una crisis económica, y una crisis sanitaria, a un tercer episodio, éste de carácter bélico y de consecuencias impredecibles, muy comprometedor para con nuestro desarrollo; más aún  si lo miramos desde unos parámetros de sostenibilidad.

Es sabido que en un conflicto armado pierde toda la sociedad (la vencedora y la vencida), pero dentro de quienes más pierden, siempre encontraremos a los grupos peor situados en la propia sociedad; la infancia, la gente mayor, una gran parte de la población femenina, quienes no tienen fácil movilidad; en suma, un largo etcétera de personas.

Entre los sectores más perjudicados no se menciona al mundo de la cultura. Qué duda cabe de que, en una guerra, el patrimonio cultural sufre siempre daños irreparables, de los que difícilmente después se recupera la sociedad que los padece: archivos, bibliotecas, monumentos, museos, la cultura viva de un país, se pierde en cuanto las armas entran en funcionamiento.

El mundo de la cultura debe defenderse, y debe dejar patente cuántos y cuáles son los males que padece como consecuencia de un enfrentamiento bélico.

Las organizaciones nacionales e internacionales vinculadas al mundo de la cultura deben ser enérgicamente beligerantes contra la guerra y frente a ella.

En este caso, han surgido voces en el panorama internacional que piden que la Federación Rusa sea sacada de las organizaciones culturales, como lo está siendo de las financieras, las deportivas, y las de orden político.

Con contundencia manifestamos nuestra opinión favorable a que se deba romper relaciones con cualquier organización gubernamental propia de países agresores, perteneciente a estados que no defienden, o que directamente atacan, los valores democráticos y los derechos humanos. En definitiva, esos estamentos, deben ser apartados de dichos organismos, y, especialmente, me refiero a ICA, para los archivos, ICOM, para los museos, ICOMOS, para los sitios declarados del Patrimonio Mundial e IFLA, para las bibliotecas.

Estas medidas de segregación se deben aplicar sin dilación a los organismos públicos de tales países, no tanto así a las asociaciones de profesionales, o a las personas particulares, en cuanto que se aparten de cualquier práctica belicista, las acusen y renieguen de ellas.

Pero si se pusiera en práctica esta decisión, deberá ser con relación a todos los países que se encuentran en tales circunstancias; no se trata de entrar en el viejo juego del “…Y tú más…”, no, pero las acciones que se plantean deberán ser para todos los países que conculcan de alguna manera el orden mundial en su propio beneficio y en contra de terceros países.

Nos solidarizamos con todas las personas e instituciones que en cualquier lugar del mundo están sufriendo por causa de la guerra, y entre ellas, de manera señalada, con el mundo de la cultura, especialmente con los archivos, las bibliotecas, los monumentos, los museos, los yacimientos arqueológicos y las personas que están a su cuidado y quienes legítimamente habrán de ser naturales destinatarios de tales establecimientos.

La cultura solamente se puede alienar con el asentamiento de la paz, con la defensa de los derechos humanos, con el desarrollo sostenible. Desde esa perspectiva, las asociaciones profesionales del mundo de la cultura, tenemos, sin duda, mucho que hacer y mucho que decir. En suma, nuestra opción no es otra que la paz.

Unimos nuestra voz a las de quienes gritan no a la guerra, no a la invasión, sí a la paz, y mostramos todo nuestro reconocimiento y solidaridad con la genta de Ucrania que está pereciendo, víctima de la acción bélica que padecen.

 

 

 

 

José María Nogales Herrera

Presidente

Federación ANABAD

Follow us on Social Media