Selección de obras de la Galería Estatal Tretiakov de Moscú (y 3)

  • “La Trinidad”, de Andrei Rublev

    “La Trinidad”, de Andrei Rublev

  • “Princesa Tarakánova”, de Konstantín Flavitski

    “Princesa Tarakánova”, de Konstantín Flavitski

  • “Arco Iris”, de Iván Aivazovski

    “Arco Iris”, de Iván Aivazovski

  • “La aparición de Cristo ante el pueblo”, de Alexander Ivanov

    “La aparición de Cristo ante el pueblo”, de Alexander Ivanov

  • “Niña con melocotones”, de Valentín Serov

    “Niña con melocotones”, de Valentín Serov

  • “Guerreros”, de Viktor Vasnetsov

    “Guerreros”, de Viktor Vasnetsov

  • “La apoteosis de la guerra”, de Vasili Vereshchagin

    “La apoteosis de la guerra”, de Vasili Vereshchagin

  • “Mañana en un bosque de pinos”, de Iván Shishkin

    “Mañana en un bosque de pinos”, de Iván Shishkin

  • Envoltorio para el famoso bombón de chocolate: “Mishka Kosolapi” (“oso patoso”)

    Envoltorio para el famoso bombón de chocolate: “Mishka Kosolapi” (“oso patoso”)

  • “Matrimonio desigual”, de Vasili Púkirev

    “Matrimonio desigual”, de Vasili Púkirev

  • “Sobrevolando la ciudad”, de Marc Chagall

    “Sobrevolando la ciudad”, de Marc Chagall

  • “El Cuadrado Negro”, de Kazimir Málevich

    “El Cuadrado Negro”, de Kazimir Málevich

  • “Phoenix”, de Natalia Goncharova

    “Phoenix”, de Natalia Goncharova

  • “Jarra sobre la mesa”, de Liubov Popova

    “Jarra sobre la mesa”, de Liubov Popova

  • “Venecia”, de Alexandra Exter

    “Venecia”, de Alexandra Exter

  • “Composición VII”, de Vasili Kandinsky

    “Composición VII”, de Vasili Kandinsky

  • “El portero”, de Alexander Deineka

    “El portero”, de Alexander Deineka

  • Uno de los mosaicos de Alexander Deineka en la estación de Metro Mayakovskaya de Moscú

    Uno de los mosaicos de Alexander Deineka en la estación de Metro Mayakovskaya de Moscú

  • “Retrato de V. E. Meyerhold”, de Pyotr Konchalovsky

    “Retrato de V. E. Meyerhold”, de Pyotr Konchalovsky

  • “Don Quijote”, de Gueli Korzhev

    “Don Quijote”, de Gueli Korzhev

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José Belló Aliaga

06/10/2019

(Última actualización: 07/10/2019 06:40)

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Hemos seleccionado, según nuestro criterio, las obras más destacadas de la Galería Estatal Tretiakov, que incluye la propiamente dicha Galería Tretiakov, situada en Pereúlok Lavruchinshi 10 y la Nueva Galería Tretiakov, ubicada en Krymski Val 10.

Selección

Las obras seleccionadas son las siguientes:

• En la Galería Tretiakov:

“La Trinidad”, de Andrei Rublev (Ver foto número 1)

“La Trinidad”, también llamada “La hospitalidad de Abraham” es un ícono creado por el pintor ruso Andrei Rublev (monje) en el siglo XV. Es su obra más célebre y el más famoso de todos los íconos rusos, siendo considerada como uno de los mayores logros del arte ruso.

Como es sabido, tratar de entender el dogma de la Santísima Trinidad es complicado y difícil. Este misterio ha inspirado a muchos artistas a representarlo a través de sus pinturas, pero a lo largo de los siglos fue Andrei Rublev quien logró el mejor intento de pintarlo. Su representación de la Trinidad, obra maestra del arte pictórico, es también un compendio de teología trinitaria que se ofrece a la mirada de la fe.

Data del año 1425 aproximadamente y la imagen original tiene un tamaño de 142 cm. de alto, por 114 cm. de ancho.

La Trinidad representa a los tres ángeles que visitaron a Abraham en el Roble de Mambré (Génesis 18: 1-8), pero la pintura está llena de simbolismo y para Andrei Rublev, como para muchos otros, la Trinidad era la encarnación de la unidad, la paz, la armonía, el amor y la humildad mutua espiritual; por ello el autor quiere dar a conocer el misterio de la misma como un mensaje para quien observe la pintura.

En la obra se puede apreciar que Las Tres Personas tienen un rostro muy semejante, para representar su igualdad y su coeternidad, ya que no hay momento en que el Padre estuviera sin el Hijo, porque en la eternidad no hay momentos. El Hijo tiene su cabeza vuelta hacia el Padre, que es quien lo engendró; el Espíritu Santo tiene su cabeza vuelta hacia el Hijo y el Padre, pues procede del Padre y del Hijo. El Padre tiene la cabeza erguida, el Hijo algo inclinada, y el Espíritu Santo un poco más inclinada aún, indicando estas mismas relaciones de origen…

Resalta en la pintura la formación de un triángulo equilátero uniendo las líneas de los dos extremos de la mesa con la cabeza de la Persona del Hijo, que está en el centro, denotando así la igualdad de las Tres Personas Divinas. También se puede contemplar la comunión de las Personas con la copa en el centro de la mesa, la cual encierra un manantial de significados de vida y si se prescinde de los espacios que las separan, se aprecia como los perfiles de las Tres Personas quedan fusionados.

Por otra parte, el rostro del Espíritu Santo se dirige, con atenta mirada, al rectángulo que está en el frente de la mesa: el rectángulo representa al mundo, el mismo que tiene cuatro puntos cardinales, cuatro estaciones y –según el pensamiento antiguo – cuatro elementos: agua, fuego, tierra y aire: el cuatro es el símbolo del mundo, como el tres es el símbolo de Dios.

Esta magnífica obra a la que podríamos definir como un “movimiento inmóvil” que evoca la Vida y Perfección infinitas de la Trinidad también fue utilizada por el gran cineasta ruso Andrei Tarkovsky en su filme: “Andrei Rublev”, en blanco y negro en 1964 y proyectada por primera vez en 1966.

“Princesa Tarakánova”, de Konstantín Flavitski (Ver foto número 2)

El cuadro Princesa Tarakánova (1864) representa una inundación en la Fortaleza de San Pedro y San Pablo de San Petersburgo. La llamada Princesa Tarakánova (su verdadero nombre nunca se conoció) estaba en prisión por afirmar falsamente que era hija de la emperatriz Isabel (1709-1762).

Quedan reflejadas en la obra las oscuras paredes de su celda y la desesperación en su rostro cuando se da cuenta de que el agua está subiendo de forma inexorable y que nadie vendrá a rescatarla. La historia de la joven es real, aunque ésta no muere ahogada sino que contrae la tuberculosis y fallece en la fortaleza en diciembre de 1775, después de pasar solo diez meses encarcelada.

“Arco Iris”, de Iván Aivazovski (Ver foto número 3)

Este aclamado artista que dibujaba el mar y que afirmaba “el mar es mi vida”, pintó un gran número de escenas sobre el mar y es considerado uno de los mejores artistas de marinas en la historia.

Esta obra “Arco Iris”, de 1873, la pintura favorita de Dostoyevsky, es un buen ejemplo de su calidad y expresión artística.

Su técnica artística se basó en la habilidad para reproducir realísticamente el brillo del agua a contra luz, ya sea con luna llena, al amanecer, o representando barcos en llamas. Sus cuadros muestran su gran destreza para llenar el cielo de luz, para pintar la difusa luz de la luna a través de la niebla, o el brillo naranja del sol entre las nubes.

“La aparición de Cristo ante el pueblo”, de Alexander Ivanov (Ver foto número 4)

Pavel Tretiakov solo pudo comprar los bocetos de esta pintura gigante, en la que su creador trabajó durante veinte años (1837-1857). La obra maestra de Ivanov fue adquirida por el emperador Alejandro II, y solo en el siglo XX apareció en la Galería Tretiakov, colgada en una sala separada.

“La aparición de Cristo ante el pueblo”, de enormes dimensiones (540 x 750 cm), es sin duda una de las obras más famosas del arte ruso del siglo XIX y es necesario examinarla desde diferentes distancias y ángulos.

Fue pintada en Italia, donde pasó la mayor parte de su vida profesional. El lienzo funde varios episodios de los Evangelios, mostrando simultáneamente el sermón profético de San Juan, San Juan bautizando a la gente y la aparición de Cristo.

Aquí lo importante no es el milagro en sí, sino más bien las distintas reacciones de cada persona ante el poder transformador del suceso. Ivanov intentó crear un panorama etnográficamente preciso de la vida y la psicología humanas, y expresarlo de manera directa y convincente, evitando la estilización clásica tradicional.

“Niña con melocotones”, de Valentín Serov (Ver foto número 5)

Serov era un maestro del retrato. Emperadores rusos y miembros de la familia real posaron para él, al igual que otros contemporáneos famosos: compositores, escritores, artistas… Pero una de sus obras de arte más aclamadas es el retrato de Vera Mámontova de doce años, “Niña con melocotones” (1887).

El artista capturó aquel momento de forma accidental: Vera acababa de tomar asiento cuando él llegaba a su casa. El padre de la niña era Savva Mámontov, un poderoso empresario y mecenas del arte. Serov recordó que deseaba reflejar la frescura de la niña y la luz que emanaba.

“Guerreros”, de Viktor Vasnetsov (Ver foto número 6)

Vasnetsov dedicó toda su vida al arte folclórico, y la mayoría de los rusos se imaginan a los famosos personajes de los cuentos populares tal y como los representó este pintor.

Bogatyres (“Guerreros), (1898) es una de las principales obras de Vasnetsov, en la que trabajó veinte años, y representa a los héroes eslavos: Dobrinia Nikítich, Iliá Múromets y Aliosha Popóvich (en la imagen: de izquierda a derecha).

“La apoteosis de la guerra”, de Vasili Vereshchagin (Ver foto número 7)

Vasily Vereshchagin, famoso pintor de batallas era al mismo tiempo militar y pacifista, que además de documentar exhaustivamente, a través de sus excelentes pinturas, las guerras de medio mundo denunciaba siempre la barbarie de los conflictos.

El káiser Guillermo II dijo del pintor “Sus cuadros son el mejor seguro contra la guerra”.

“La apoteosis de la guerra”, describe un paisaje escalofriante, en medio de un paraje desértico y es el resultado de un acontecimiento absolutamente real.

Dejar una pirámide con las cabezas de sus víctimas a las afueras de las ciudades conquistadas era una costumbre del conquistador turco-mongol Tamerlán, uno de los últimos caudillos nómadas del Asia Central. Y con esta tremenda e impactante escena Vereshchagin quiso denunciar no solamente esta sino todas las guerras.

Por ello el pintor escribió en la parte posterior del lienzo hay una inscripción: “Dedicado a todos los conquistadores, pasados, presentes y por venir”.

“Mañana en un bosque de pinos”, de Iván Shishkin (Ver foto número 8)

Iván Shishkin (1832-1898) fue uno de los más destacados paisajistas rusos del siglo XIX. Pintor muy apreciado en vida, estudió en las mejores academias de Moscú y San Petersburgo, llegando incluso a ser profesor de Arte en la Academia Imperial de San Petersburgo y en la Escuela de Bellas Artes de Moscú al mismo tiempo.

“Mañana en un bosque de pinos”, 1889, es una fantasía pictórica que trasciende del puro realismo de otros pintores rusos de la época. Shishkin ha elegido uno de sus temas favoritos, los densos bosques de coníferas rusos, añadiendo además la inusual y bucólica presencia de una familia de osos de los bosques.

En la época soviética, un fragmento de la pintura se convirtió en un envoltorio para el famoso bombón de chocolate: “Mishka Kosolapi” (“oso patoso”) (Ver foto número 9)

“Matrimonio desigual”, de Vasili Púkirev (Ver foto número 10)

Vasily Púkirev alcanzó la fama antes de la treintena gracias a este cuadro que realizó en 1862. Por aquel entonces era profesor del Colegio de Pintura, Escultura y Arquitectura de Moscú, el mismo lugar donde había estudiado.

En el cuadro el pintor se aleja de los temas bíblicos o históricos que predominaban por aquel entonces y se dirige a un tema de actualidad, triste y dramático: un viejo rico se casa con una jovencita. Los novios y el sacerdote ocupan el primer plano de la composición. En segundo plano están los invitados, destacando entre ellos, a la derecha, dos figuras que se miran con gesto de reprobación. Uno de ellos, el hombre alto de barba, es el mismo Púkirev que se retrata a sí mismo a la manera de un “raisonneur”, figura literaria a través de la cual el mismo narrador reflexiona sobre los hechos que suceden a su alrededor.

Existen diferentes hipótesis sobre el motivo que inspiró este cuadro: alguna trágica historia de amor del mismo Púkirev, una relación desafortunada de su amigo y alumno S. M. Varentsov o si se inspiró en un relato del escritor ucraniano E. P. Grebenki.

Selección de obras de la Galería Tretiakov de Moscú

• En la Nueva Galería Tretiakov:

“Sobrevolando la ciudad”, de Marc Chagall (Ver foto número 11)

Movsha Jatskélevich Shagalov, más conocido como Marc Chagall, pintó obras llenas de humor y fantasía que remiten al pasado, a su infancia, al subconsciente, a emociones, a sueños…

Chagall, es un poeta visual que se adelantó al surrealismo con cuadros como este y que convirtió a su esposa Bella Rosenfeld en coprotagonista de muchos de sus cuadros.

Escribía Chagall sobre su mujer: “Su silencio es mío, sus ojos son míos. Es como si ella supiera todo de mi niñez, mi presente, mi futuro, como si pudiera ver a través de mí; como si ella me estuviera observando todo este tiempo, en algún lugar a lado de mí. La primera vez que la vi supe que era ella, mi esposa. Su pálido color, sus ojos. ¡Qué grandes y redondos y negros son! Son mis ojos, mi alma”.

Loco de amor, el artista se pinta a menudo volando, como aquí,- una metáfora de lo más poética- donde lleva a dar una vuelta a su Bella sobrevolando la ciudad de Vítebsk formada por esas sencillas casas. El cielo pertenece a los enamorados, que flotan juntos escapando de los convencionalismos y la presión social.

“El Cuadrado Negro”, de Kazimir Málevich (Ver foto número 12)

El Cuadrado Negro es una pintura icónica del pintor ruso Kazimir Malevich cuya primera versión fue hecha en 1915. Málevich hizo cuatro variantes, de las cuales se cree que la última fue pintada a fines de la década de 1920 o principios de la de 1930.

El Cuadrado Negro se mostró por primera vez en la exposición llamada Última Exposición Futurista: 0.10 en 1915, realizada en Petrogrado, en donde abandona el Futurismo y con la que inauguró el Suprematismo.

Colgó el Cuadrado negro original en un lugar elevado en una esquina, como un icono que presidiera docenas de otros cuadros abstractos repletos de formas geométricas sobre fondo blanco. Este cuadro anunciaba sin ambages el fin de la representación y el advenimiento de otras posibilidades nuevas, superiores e ilimitadas para la pintura, que quedaba así liberada de lo que Malevich describía como la “esclavitud para con las formas de la naturaleza”.

La obra es frecuentemente invocada por críticos, historiadores, curadores y artistas como el “punto cero de la pintura”​ refiriéndose a la importancia histórica de la pintura y parafraseando a Málevich.

“Phoenix”, de Natalia Goncharova (Ver foto número 13)

A comienzos del siglo XX, se fraguó un renacimiento cultural sin precedentes en el Imperio Ruso. La vida artística se llenó de exposiciones y exaltados manifiestos que combinaban influencias de corrientes vanguardistas extranjeras con aspectos genuinos de la cultura rusa. Este acontecimiento excepcional tuvo además una característica que lo diferenció del resto de los movimientos artísticos de la época: la conocida como vanguardia rusa contó con una participación femenina no solo muy numerosa, sino también extremadamente activa y relevante. Y entre ellas Natalia Goncharova, Liubov Popova y Alexandra Exter.

Natalia Goncharova (Negaievo, 1881-París, 1962), desde sus primeras obras de finales de la década de 1900, combinó a la perfección un interés por los movimientos de vanguardia europeos con la búsqueda de inspiración en el folclore y las raíces populares rusas. Tras esta primera fase neoprimitivista, donde se apreciaba la admiración por Gauguin y Matisse, se interesó por el cubismo y el futurismo, y finalmente desarrolló, junto a Larionov, el rayonismo. Este movimiento, basado en las teorías científicas de la luz, convertía el espacio pictórico en una reflexión sobre la acción y la refracción de los rayos lumínicos.

En la foto número 13 se muestra su obra Phoenix (Fénix), realizada en 1911 que forma parte del políptico The Harvest (La Cosecha).

“Jarra sobre la mesa”, de Liubov Popova (Ver foto número 14)

Liubov Popova (Ivanovskoie, 1889-Moscú, 1924), desde muy temprano, combinó su fascinación por el arte antiguo ruso con numerosos viajes familiares por toda Europa. El arte clásico italiano, en especial los fundamentos compositivos del estilo renacentista, dejaron una imborrable huella en ella. Interesada también por las corrientes artísticas contemporáneas, viajó a París en 1912 con su amiga Udaltsova, donde entró en contacto con el cubismo. Una nueva estancia en Italia le permitió conocer de primera mano el futurismo, combinando ambos lenguajes en sus obras. Posteriormente, su interés osciló entre el suprematismo y el constructivismo, aunque manteniendo siempre una clara independencia artística. En 1921, junto a otros artistas del Instituto Estatal de Cultura Artística (Injuk), renunció a la pintura de caballete e inició una importante carrera como diseñadora gráfica, textil y escenógrafa.

Ya sea en la pintura o en el diseño textil o escenográfico, Popova aplicó su particular manera de utilizar la forma, la luz, el color y el espacio reflejando una estética novedosa, resultando una obra de arte aún en los objetos de la vida cotidiana. Fue también una de las primeras diseñadoras mujeres en la industria textil soviética, donde también aplicó geometrías arquitectónicas asimétricas.

La artista elaboró un estilo propio basado en una síntesis del cubismo con las tradiciones de la pintura rusa de iconos y el arte del Renacimiento italiano. Creada bajo la influencia del arte de Malévich, las significativas series “Pinturas Arquitectónicas” y “Construcciones de espacio y fuerza” expresan su busqueda de las leyes artísticas universales de la existencia y la armonía y la aplicación de dichas leyes a todos los campos del arte.

La obra “Jarra sobre la mesa” de 1915, que se exhibe en la Nueva Galería Tretiakov, es un buen ejemplo de su arte.

“Venecia”, de Alexandra Exter (Ver foto número 15)

Alexandra Exter (Belostok, 1882-Fontenay-aux-Roses, 1949) fue una figura clave en las conexiones entre la vanguardia rusa y las corrientes artísticas que se estaban desarrollando en Europa occidental. Su temprano interés por la escena parisiense la llevó a pasar largas temporadas en la capital francesa a partir de 1907, donde conoció entre otros a Pablo Picasso y Georges Braque. Cautivada por las posibilidades del nuevo lenguaje cubista, lo adoptó inmediatamente y se convirtió en una de sus principales embajadoras en Rusia. El contacto con el matrimonio Delaunay y con los futuristas italianos hizo que se interesara por la introducción del movimiento en sus obras y confirmó su apuesta por el color. Al estallar la Gran Guerra volvió a su país donde, atraída por la obra de Kazimir Málevich, realizó sus primeras obras no figurativas. Durante estos años inició sus colaboraciones teatrales y, a partir de 1921, diseñó moda.

Venecia, pintada en 1918, es un panel de apreciables dimensiones, una de sus principales obras.

“Composición VII”, de Vasili Kandinsky (Ver foto 16)

Profundamente impresionado por la series de obras de Monet en la exposición impresionista de Moscú de 1896 y por la puesta en escena de Lohengrin, la ópera de Wagner, Kandinsky abandonó su carrera universitaria de derecho y economía para convertirse en pintor en Alemania, a la edad de treinta años. Además de llevar a cabo el itinerario clásico de estudios bajo la dirección de maestros como Anton Azbé y Franz von Stuck en Múnich, viajó por Europa (incluso hasta Túnez en1904-1905) y permaneció en Sèvres, cerca de París, desde 1906 hasta 1907 (Parque de Saint-Cloud, 1906).

Desarrolló una visión artística que abarcaba numerosos campos, como la pintura y la música, a través de las cuales buscó e impulsó lo que él definió como “lo espiritual en el arte”, en el ensayo del mismo nombre, escrito entre 1904y 1911para estructurar sus ideas.

Esta lírica “Composición VII” es la obra cumbre de Kandinsky. A pesar de haber sido pintada en tan solo cuatro días, el propio artista reconoció que era “la pieza más compleja que jamás he pintado”. Y hablando de sus composiciones, Kandinsky las definía así: “Expresiones de sentimientos que se forman lentamente en mi interior (…), que, tras los primeros bocetos preliminares, voy examinando y trabajando. Este tipo de pintura es lo que yo llamo ‘composición'”. La influencia directa de Kandinsky en artistas posteriores como Arshile Gorky, Jackson Pollock o Willem de Kooning es evidente.

“El portero”, de Alexander Deineka (Ver foto de 17)

Alexander Deineka (1899-1969) es uno de los máximos exponentes del arte oficial soviético, un arte al servicio de la revolución que se utiliza con fines políticos. Arte que sería forzosamente realista después de que la vanguardia abstracta, en principio identificada con la revolución, pasara a considerarse elitista y hermética.

Deineka vivió la revolución de octubre, la primera y la segunda guerra mundial, los gobiernos de Lenin y Stalin… Fue profesor y un pintor prolífico, siempre respaldado oficialmente.

En las obras de Deineka destacan sus tipos físicos, rotundos, vigorosos, decididos, prototipos de la juventud y del carácter moral del pueblo soviético que se quiere representar y del que la obra seleccionada es un buen ejemplo. Son retratos de héroes anónimos y colectivos en batallas, en fábricas o realizando actividades físicas. La figura femenina se representa en términos de igualdad ya sea luchando, trabajando o haciendo deporte.

Pero a diferencia de otros artistas oficiales repetitivos y vacíos estéticamente, Deineka destaca por la luminosidad que invade sus pinturas, el equilibrio de sus composiciones, la serenidad de sus retratos.

En la estación de Metro Mayakovskaya, en estilo art déco, del arquitecto Alexey Dushkin se exhiben 34 mosaicos encastrados en las concavidades del techo que retratan “Un día en el cielo soviético”, que fueron diseñados por Alexander Deineka, inspirado en la visión del futuro soviético imaginado por el poeta Vladimir Mayakovsky, del que deriva el nombre de la estación.

Uno de los mosaicos se muestra en la foto número 18.

“Retrato de V. E. Meyerhold”, de Pyotr Konchalovsky (Ver foto número 19)

El retrato de V. E. Meyerhold es una de las obras maestras de Piotr Konchalovski.

El retrato del director teatral, actor y productor es un homenaje pictórico a Matissse, un símbolo del esteticismo y la soledad humana. Se pintó en 1938 cuando el director de teatro comunista Vsevolod Meyerhold había caído en desgracia por no contar con el apoyo de Stalin.

Poco después del retrato Meyerhold fue detenido y fusilado.

“Don Quijote”, de Gueli Korzhev (Ver foto número 20)

Gueli Mijáilovich Kórzhev-Chuveliov, nacido el 7 de julio de 1925 falleció el 27 de agosto de 2012.

El artista estudió en la Escuela de Arte de Moscú desde 1939 hasta 1944 bajo la tutela de V.V. Pochitalov, M.V. Dobroserdov, y O.A. Barshch y desde 1944 a 1950 en el Instituto de Arte de Moscú con S.V. Gerasimov y V.V. Pochitalov.

Fue un pintor del realismo socialista, y él permaneció fiel a este estilo después de la disolución de la Unión Soviética y partidario del comunismo.

La obra “Don Quijote”, fue pintada en 1995.

Selección de obras de la Nueva Galería Tretiakov de Moscú

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